«Si es así, soy caviar»
El caricaturista 'Carlín' Tovar no se corre. "Humala nunca fue de izquierda. No me arrepiento de haber trabajado para el gobierno de Velasco. Nunca voté por Alan García". Asumió el epíteto de moda: "Tal vez los requisitos para ser caviar sean defender los DD.HH. y ser odiado por Aldo Mariátegui".
«Mi madre dijo que si yo no leería los libros marxistas de papá, se los regalaría al tío Pepe. Cuando llamé a mi tío para que se los llevara, me respondió mirando a la caja: “Mira, Carlitos. Me voy los voy a llevar después de que los hayas leído” ». 'Carlín' Tovar se lo agradeció como el tiempo de la materia, es decir, eternamente. Hoy es marxista.
…
En el cuarto piso de un edificio en Miraflores (Lima, Perú), se acurruca la oficina de Carlín. Un espacio que cierra bajo cinco llaves, y donde —fiel a su propuesta laboral— no pasa más de cuatro horas trabajando.
Carlos Tovar Samanez (65) estudió Arquitectura en una de las universidades más prestigiosas de Lima: la Universidad Nacional de Ingeniería. Aunque lo único que diseñó en su vida fue su casa. Nunca más ejerció la carrera. Ni por necesidad. Hoy trabaja como caricaturista en el diario La República desde hace diez años.
— En una entrevista a La República, usted expresó que aspira a ser Robin Hood. Que la función de la caricatura es enfrentarse al poder. ¿Sigue pensando lo mismo?
— Eso suena un poco presuntuoso. Un caricaturista no está en condiciones de enfrentarse al poder. Se puede hacer una especie de guerra de guerrillas. Picar aquí y picar allá. Lo que quise decir es que el caricaturista siempre debe estar apartado del poder. Son adversarios.
Tovar es marxista sin culpas ni remordimientos. “Yo me volví marxista en la universidad. En esa época no era una rareza. Al contrario, había marxistas por todos lados”, cuenta. Fue parte del tercio estudiantil de su centro de estudios y militó en un movimiento cuyo nombre se utiliza indiscriminadamente hasta nuestros días: Vanguardia Revolucionaria.
Su interés político lo llevó a trabajar para el Estado en programas de difusión para campesinos, durante el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado. “Yo trabajaba para el Estado, pero no para el gobierno”, se justifica presuroso. "Creía que se podían hacer cosas interesantes desde ahí. Pero luego renuncié. La orientación se volvió un poco autoritaria”, confiesa con una mezcla de vergüenza y desilusión. Apesar de que por entonces tildaba al gobierno velasquista de “reformista- burgués”, hoy tiene una “valoración muy alta de su gestión”.
— ¿Se arrepiente de haber laborado para ese gobierno?
— No me arrepiento de haber trabajado para el gobierno de Velasco. Perdón. Para el Estado durante el gobierno de Velasco. A pesar de que justamente acabó derechizándose.
— Como marxista, ¿cree que la violencia es la partera de la historia?
— Lo ha sido hasta ahora. No es que deseemos eso. Es una apreciación de cómo fue la historia. Luchamos porque el parto se dé sin dolor. Pero mientras haya una descarada explotación, y mientras la burguesía se arme hasta los dientes con bombas atómicas, es probable que la violencia se siga produciendo.
— ¿Entonces como marxista, también cree que el socialismo es el sistema más adecuado para el mundo?
— Creo en el socialismo. Pero al socialismo hay que reinventarlo. El socialismo no es lo que se vio. Fue un error que ciertos Estados o gobiernos que se constituyeron a partir de revoluciones en el siglo pasado, se llamaran socialistas. Porque no lo fueron.
— ¿Entonces qué es China?
— La República Popular China nunca se ha llamado socialista. Hasta el día de hoy se llama República Popular China. Saben que no tienen socialismo.
— ¿Y Cuba?
— Me parece un error que se hayan considerado socialistas. Pero no voy a condenar a Cuba ni voy hacerlo objeto de escarnio. Ellos impulsaron grandes avances, aunque tienen tremendos defectos, tremendas carencias. Marx y Engels insistieron en que no se puede pasar de una sociedad campesina, semifeudal u de otro tipo a una socialista. Para que haya socialismo, primero debe haber capitalismo.
— Haya de la Torre propuso eso. Instaurar el capitalismo para luego insertar el socialismo.
— En eso tuvo razón.
— Alan García fortaleció el capitalismo en el país, ¿no está siguiendo los pasos de su mentor?
— No, pues. Pero Haya planteó que cuando ingrese el imperialismo, el Estado debe forjar una alianza con los obreros, campesinos e intelectuales y que le impongamos nuestras reglas al capitalismo.
— ¿Votó por Alan García en el 2006?
— No. Yo nunca voté por Alan García.
— ¿Y en las últimas elecciones del 2011? ¿Se “tapó la nariz” y votó por Humala?
— En la segunda vuelta ya no me tapé la nariz. Es cierto que dije que si votaba por Humala, me iba a tapar la nariz, pero en segunda vuelta lo hice sin ningún temor. Fue el mal menor. Y Humala es un mal muchísimo menor que Keiko Fujimori. Aún tan mal como está Humala, tenemos que darnos con una piedra en el pecho, porque nos libramos del regreso del fujimorismo.
— Usted declaró en el 2009 que el gobierno del presidente Humala sería uno muy parecido al de Lucio Gutiérrez, expresidente de Ecuador…
— Seamos justos. Todavía no se ha cumplido eso. Parecería que va en camino a ser uno como el de Gutiérrez. Ha retrocedido mucho, pero con el actual gabinete está más al centro. Esperemos que no termine como Lucio.
— ¿Qué circunstancias encontró en esos momentos para predecir eso del Presidente?
— Humala siempre fue un tipo dubitativo. Nacionalista. Nunca ha sido un tipo de izquierda. Cuando acepta el apoyo de los grupos de izquierda, fue porque le convenía. Mucha gente ingenuamente esperaba mucho más. Pero él siempre fue de palabras poco claras.
— ¿Cree que esa duda influya en el indulto a Fujimori?
— No creo que lo indulte. Cuando Humala dijo que pidan el indulto, fue un desliz. Se nota que no quiere hacerlo. Si no, no hubiese contratado en Chile al mismo procurador que logró la extradición de Fujimori, para insistir en la corte del sur y acusar a Fujimori por más delitos. No creo que tenga la menor intención. Salvo que Fujimori entre en una etapa terminal y tenga que ser indultado por razones humanitarias. Cosa que no es.
— ¿Cómo cree que terminará el gobierno de Humala?
— Terminará como está hasta ahora. Un gobierno que no es ni chicha ni limonada. Que no hará ninguna gran transformación. Con un piloto automático en la economía. Al someterse al gran capital, se ha puesto la soga al cuello. Se impide a sí mismo tener un gobierno exitoso. Tiene dinero a raudales, pero no gasta porque tiene un ministro de Economía que es el cajero de la CONFIEP. Humala prometió una cosa bien simple: Plata en el bolsillo de la gente. Eso no se logra con Cuna más o Pensión 65. La forma más sencilla y justa es pagarles a los maestros y médicos lo que merecen ganar.
— ¿Cuál fue el mejor gobierno que usted vio?
— El gobierno más decente que vi, fue el de Valentín Paniagua.
— Que fue justamente el que no eligió la población.
— La gente no vota por esos candidatos. Ese gobierno fue brillante. En solo 8 meses hizo más que lo que se hizo en 10 años después. Paniagua fue un hombre recontra enérgico contra la corrupción.
— ¿Y el peor gobierno?
— El de Fujimori. La violencia sistematizada desde el Estado, la corrupción institucionalizada y descarada. Se logró vencer a la subversión, hay que reconocerlo. Pero eso fue un espejismo. Se aprovecharon sobre el miedo que teníamos para imponerse en la sociedad.
Las clases de dogmas que le brindaron en el colegio católico La Salle, no le impidió que terminara abrazando el ateísmo cuando inició su conversión al marxismo. Asegura que continúa siendo ateo, aunque no lo dice muy convencido.
— A González Prada le preguntaron si creía en Dios o no en una de sus últimas entrevistas. Él le da el beneficio de la duda. ¿Usted tiene esa duda?
— Hay una duda siempre. Más bien soy agnóstico. La razón, la ciencia y lo que conozco del mundo, me inducen a pensar que no existe ningún dios. Pero uno no puede tener una certeza absoluta. Si existiera un dios, sería más sensato pensar que fuera un dios inepto, incapaz y defectuoso. Absolutamente lejano de la perfección. Porque si uno pensara que un dios perfecto y omnipotente creó todo esto (refiriéndose a la realidad), entonces uno se pregunta cómo es posible que las cosas estén como están.
— En el ambiente político peruano, muchas personas critican a los partidarios de la izquierda por residir en lugares “acomodados”...
— Quien es de izquierda está fregado. Si el de izquierda tiene algo de dinero, te recriminan que ‘así cualquiera es de izquierda, porque no vives las necesidades de la gente’. Y si no tienes dinero eres un resentido, un envidioso. Uno por ser de izquierda no tiene por qué ser un apóstol ni pasearse por la calle con una túnica sin posesiones. Esas son idioteces.
— ¿Existen los caviares?
— Existen los caviares que son concretamente la gente que defiende los Derechos Humanos. Ya prácticamente se ha llegado a esta conclusión de muchos análisis de la palabra caviar.
— Usted recibió en el 2009 un premio por Derechos Humanos (Premio de Periodismo y Derechos Humanos).
— Si es así, soy caviar. Evidentemente. Aunque nunca he comido caviar. La palabra es una tontería, en realidad. Tal vez los dos requisitos para ser caviar son defender los DD.HH. y ser odiado por Aldo Mariátegui.
Escribió dos libros explayándose sobre su propuesta de trabajar cuatro horas al día: “Habla el Viejo" y "Manifiesto del siglo XXI”. En una entrevista pasada, el periodista Marco Sifuentes aseguró que su propuesta parecía una idea alucinante. “Nos parece alucinante, porque estamos todos locos. La única cosa cuerda nos parece una locura. Pero es la cosa más cuerda que puede hacerse”, respondió sonriente. Quizá esta "locura" sea el sentido de su vida.
— ¿Cuál sería la primera medida que tomaría si fuera presidente?
— No quisiera ser presidente de la República, porque un presidente de la República es un incompetente por definición. El Presidente de la República no es competente para resolver los problemas de fondo.
— ¿Entonces quién puede acabar con los problemas de fondo?
— Solo lo pueden resolver los trabajadores comenzando por implantar la reducción laboral a cuatro horas.
— ¿Se siente exitoso?
— Estoy modestamente satisfecho con lo que he alcanzado. No estoy esperando hacer fortuna. No la busco en la vida. Tener amigos, tener familia. Eso es satisfactorio.
— ¿Cree que a su edad ha alcanzado las metas que se propuso de joven?
— No, pues. La meta que nos propusimos de jóvenes era cambiar el mundo. Y no lo hemos alcanzado.
— ¿Y por qué quiere cambiar el mundo?
— Bueno…. la pregunta me parece ociosa.
—Muchos piensan que no se puede. Que todo va a seguir igual.
— Es gente que cree que no se puede. Yo quiero cambiarlo, porque sí se puede. La pregunta sería “¿Por qué es necesario cambiar el mundo?”
— Entonces… ¿por qué es necesario?
— El sistema económico actual nos conduce al desastre. Porque se excluye a una parte creciente de la sociedad de toda participación. Acentúa la desigualdad, la pobreza. Y como si eso fuera poco, destruye el ambiente habitable. Esas son razones suficientes para cambiar el mundo.
— ¿Esa solidaridad por el resto se la inculcan sus padres?
— ¿Cuál solidaridad? Quiero cambiar el mundo por necesidad, no por solidaridad. Cualquier persona que ve el mundo y tiene hijos, querrá cambiarlo para que vivan bien. Para eso tiene que estar bien mi barrio, mi distrito, mi país y el mundo entero. Porque el mundo es uno solo. Nadie puede construir una isla para vivir solo con su familia. Estamos obligados a ser solidarios, porque eso es una necesidad.
— Pero hay quienes consideran que para vivir tranquilos basta el dinero.
— Es una manera idiota de pensar. El dinero puede asegurar que tus hijos te maten, como el caso de Elita Espino. Por más que a tus hijos les hayas dado cariño, dinero o todo ¿qué tan seguros están tus hijos en un mundo que es cada vez más violento y más injusto?
...
Carlín termina la entrevista porque debe encontrarse con un amigo. Apaga las luces de su oficina. Cierra la puerta bajo las mismas cinco llaves con las que la abrió. Camina hasta el punto de reunión. Por eso eligió Miraflores para vivir. “Todo lo necesario está a distancias caminables”.
“¿Qué tendría que pasar para que deje de lado sus ideas?”, recuerdo la pregunta que le hice. “Que me dé cuenta de que estén equivocadas”, recuerdo su respuesta.